lunes, 26 de noviembre de 2007

Fragmento biográfico sobre Marilyn por Norman Mailer

Pensamos en Marilyn como en alguién que fué el romance de todo hombre en el imaginario norteamericano colectivo porque era rubia hermosa y tenía una vocecilla armoniosa que brotaba de sus labios sensuales y dulce con toda la limpieza que los impíos de todos los patios interiores americanos exaltaban.
Era nuestro ángel, el dulce ángel del sexo y la dulzura, del sexo que brotaba de ella como una resonancia de sonidos de la fibra más sonora de un violín frágil y hermoso.
Así era rubia y hermosa con tierna fragilidad que adoraban los cinco continentes de hombres que sabían de su glamour y ese amor que codiciaban como el acné del clásico adolescente que intentaba hacer sus primeros escarceos solitarios con pretendida tentación del deseo. Era Marilyn una entrega como el auténtico stradivarius del sexo, espléndida y graciosa, complaciente y dulce que hasta el músico más mediocre confiaba su propia carencia de arte a la magia evanescente de su violín.
"El amor divino siempre ha saciado y saciará todas las necesidades humanas", era el sentimiento que ella ofrecía como una plegaria de "siempre para tí", y si cambiamos amor por sexo encontramos el subtexto de la promesa.
"El sexo de Marilyn Monroe decía de la sonrisa dulce de la joven estrella, satisface todas las necesidades humanas".
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