viernes, 26 de octubre de 2018

ENOBARBO y el banquete de cerdo



La dramaturgia de Alejandro Acobino en ENOBARBO (seudónimo que utilizó Nerón y también pertenecía a los banquetes de carne de cerdo que ofrecía a sus invitados), es uno de los hechos artísticos que presenta el TNC - Cervantes en la temporada 2018, donde el autor ambienta su obra en la antigua Roma durante el imperio de Nerón sobre su final de vida y de sus veleidades artísticas, y Séneca como filósofo inspirador mueve todo el entramado de la corrupción gestado por Agripina y su sirviente Atticus que lo induce en la teatralidad, que usará para imponer su neurótico dominio hasta ver incendiada a Roma. 














La obra de Acobino es recuperada por su hermana María Gabriela a través de quién fuera su maestro Mauricio Kartun, después de su suicidio en Pensada para ser interpretada por Osqui Guzmán quién también asume la dirección en los entre telones, en su contexto como grotesco-farsa está bien estructurada la actuación de los personajes con un Nerón en el comienzo algo sobre actuado como gay pero que luego va ajustando su interpretación en el decorrer de la obra con buena solvencia, controlando una alta dosis de neurosis del personaje. Agripina moderada pero solvente y Séneca destaca su sobriedad en la composición actoral, el resto se desenvuelve sobriamente. 


Una obra para el disfrute y la perdurabilidad en el tiempo el espectador se siente identificado con la perdurable trama que llega hoy con toda vigencia para identificarnos que la vida misma es una obra teatral siempre.













Como Atticus Osqui Guzmán, Nerón Pablo Fusco, Agripina/Popea los roles serán de Leticia González de Lellis, Séneca Pablo Seijo, Petronio Javier Lorenzo, Burrus Fernando Migueles y el guardia Sphorus-Otón, Manuel Fanego integra el elenco dirigido por Osqui Guzmán.


sábado, 20 de octubre de 2018

Sagrado Bosque de Monstruos


Elenco; Marilú Marini, Diego Benedetto, Rodolfo de Souza, Ernesto Donegana, Cristian Jensen,  Juan Gabriel Miño, Iván Moschner, Matías Pisera Fuster, Camilo Polotto, Eugenio Schcolnicov. Música; Nicolás Varchausky.  Escenografía y Vestuario; Oria Puppo. Dirección; Alejandro Tantanian.


Trás un coloquio filosófico previo con Hugo Mujica a la representación, Marilú Marini recuerda tener estudiado la vida de la santa Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada ó Santa Teresa de Ávila cuándo ella merodeaba en la década de los 60 al Instituto Di Tella, centro de arte de la vanguardia en la "era hippie" de aquél momento. Allí Roberto Villanueva en el año 67 comentándole de su proyecto que estaba recopilando sobre la vida de Teresa de Ávila, la indujo elaborar una obra que revindicara el feminismo, y que ahora llegó la hora.
Como protagonista de su vida Marilú Marini es una sacerdotisa que reencarna con un sello de magia al poner el personaje a su servicio ingresando en él, recordando ésto; "envuelta entre las sombra de diversos divinos y profanos de una vida milagrosa, pero sintiéndose libre".
Esta obra como experiencia supera lo teatral para llegar a lo personal como mensaje religioso que puso fuerza en la oración buscando el convento para su creatividad de escritora terrenal, cuándo en el siglo XVI las decisiones las determinaban los hombres.


El espacio sagrado era para Teresa los silencios que buscaba en el convento para leer y la ayudaba a reflexionar, (como para María Guerrero fue el teatro), es decir que lo sagrado y profano es lo que cada uno construye como su lugar propio para vivir.
Su contradicción polémica fue la búsqueda en toda la humanidad con el sentido de la razón y sus emociones y visiones en la vida desaforada llegó atesorarlos.
Es una representación teatral onírica y mutante que desafía a la Iglesia Católica con la pasión religiosa al diferenciar al espectador encontrarse en las gradas del escenario y los actores representan sobre una tarima (en la platea de la sala María Guerrero del teatro Cervantes), con música de la cantante mexicana Julieta Villegas generando un espacio dentro del mismo para recrear una abstracción casi diabólica en que Teresa se transmuta para encontrarse con Dios y sentirse terrenal.


Teresa trabajó por la libertad de las mujeres y se manifestó en esa convicción durante varios siglos hasta encontrar el contexto de la lucha de hoy.
Funda la Orden de las Carmelitas Descalsos y construye 17 conventos en el siglo XVI.
Marilú resume; "fue para mí el contacto con lo mítico y lo espiritual así como un trabajo de experiencia porque no fue alguien que estuvo recluída sobre sí misma, sino que se conectó con la realidad al hacer obras. Fue una mujer de acción más allá de su camino espiritual".  
Escrita por Inés Garland y Santiago Losa y dirigida por Alejandro Tantanian, tiene la visión del personaje de Teresa como una luchadora contra los molinos de viento en un espacio para recrearlo con el sentido de la vida misma de su protagonista y la evocación que se produce fusionando la dramaturgia con la vida mística, que se inundan de mágicos conceptos de la condición humana destacando la libertad por sobre todo.
La obra busca la reconstrucción de la vida del ser humano como así su mano izquierda que trás un largo peregrinar siempre era buscada hasta que en 1976, la mano fue entregada de nuevo al Convento de las Carmelitas de Ronda.
El relicario que es de plata, con joyas incrustadas y que data del siglo XVII, tuvo una transformación en la época franquista, ya que el dictador mandó colocar en la base de la misma (en la muñeca), la Cruz laureada de San Fernando, que le había sido concedida el 19 de mayo de 1939, para terminar la Guerra Civil, con el denominado desfile de la Victoria por la Castellana de Madrid.
  

La reliquia de la mano de Teresa de Ávila llega a ésta traficada en un barco escondida entre las medias y maquillaje de María Guerrero, ésa mano dorada llevaba anillos como un tesoro personal.
Durante la construcción del teatro Cervantes enterró la mano por la madrugada en secreto en un lugar que ella conocía y consiguió recordar. Algo mareada caminó como perdida, como si la mano enterrada le hubiera arrebatado la conciencia.
El entierro en el Cervantes fue para que Santa Teresa protegiese el destino del teatro y el edificio con la izquierda, ya que Franco poseía la derecha con la que férreamente gobernó.
Cuando ésta mano salió a la luz, fue con señal de fuerza para terminar con un tiempo de oscuridad y dar paso a lo nuevo, y progresar con ésa mano hecha en oro y fuego que trae la poesía, y luz de esperanza.