Todo comenzó en la prehistoria cuándo los hombres primitivos encendían la hogera para calentarse y alejar las fieras de su entorno, y para ello usaban ramas y maderas resinosas que emanaban olores, algunos de características dulces que no se tenían sentido antes y al encontrarlo agradable, les hizo pensar en usarlo como ofrenda a sus dioses porque sentían fuerzas sobrenaturales que envolvía su aroma y podían regir los destinos de cada ser humano en la Tierra.
Los aromas de la naturaleza siempre acompañaron al ser humano desde el primer día: así las flores, los árboles, el mar, o los excrementos de algún mamut.... todos ellos dejan alguna huella inolvidable en la nariz.
Así desde la historia antigua las pociones que seducen el olfato, y un sentido difícil de halagar se hace fascinante cuando las fragancias delicadas se acercan a lo divino, con aromas neutros o aquellos vahos que pretenden espantar a los demonios.
La primera referencia bíblica se centra en su finalidad religiosa y cuenta que Moisés le encarga a Gran Sacerdote Aaron quemar incieso y prepare un perfume, prohibiendo sus uso con fines profanos.
La Biblia cita sobre uso de lociones como los consejos de Noemi a su nuera Ruth en el uso de fragancias ó cuando Judith se acicala para seducir a Holofernes. Otras razones usaron fragancias para invocar a Dios y explicar la seducción de una mujer endiabladamente hermosa que el cristianismo alabó ó condenó el uso de perfumes y unguentos.
La idea del perfume surge posteriormente para enmascarar los olores indeseables y para que la fragancia hechice al olfato.
Inumerables son las ceremonias religiosas que utilizan maderas aromáticas como el incienso como parte de las alabanzas a dioses, santos y demonios en cada religión.
En el Nuevo Testamento la hermana de Lázaro aparece ungiendo los piés de Jesús con unguento perfumado y también vino Nicodemo por la noche a ver a Jesús y trajo mirra perfumada y alóe que envolvieron con lienzos su cuerpo según la costumbre de los judíos, y también los Reyes dejan incieso y mirra en el pesebre, y así tanto el nacimiento como su muerte están ligados con los perfumes.
Egipto adoptó de los sumerios todo lo relacionado a la cosmética. Los sacerdotes fumigaban sus oraciones con olores fuertes para favorecer la elevación de los espíritus y el alma con mirra, resina de terebinto, gálbano, olíbano, lándano, también usaban aceites como unguentos perfumados que formaba parte del rito religioso, y así se consiguió que el pueblo egipcio sea
el más pulcro de ésos tiempos y el más perfumado.
Para los griegos todo lo bello era otorgado a los dioses ya que defendían la idea del origen divino del perfume como algo fenomenal y debían comprarse con esencias que provenían del Olimpo como sagradas ya que aplicaban su arte en los envases cerámicos en que guardaban las esencias que luego popularizaron vendiendo por el Mediterráneo, y Italia en Roma eran ofrecidas a los emperadores para sus fiestas guerreras o enbriagadoras en sus palacios. Así en Francia floreció la cosmética de nivel al sugerir aquellas fragancias llegadas de Grecia, sin embargo Sócrates las odiaba al decir que ningún hombre debía perfumarse porque se igualaba el olor del hombre libre con el esclavo. En cambio las damas romanas superaban a Sócrates y a sus esclavas les hacían llenar la boca con perfume para ser espolvoreadas en rostro y cuerpo como vaporizadoras humanas.
Los árabes aprovecharon conocer más y perfeccionar su cultura de los que les precedieron,
utilizando alambiques para destilar el alcohol como soporte para elaborar las escencias perfumadas como el almizcle, la algalia y el agua de rosas que fueron requeridos y usados en la Edad Media.
Así se favorecieron los intercambios de las esencias entre Oriente y Occidente por los Cruzados (1096-1291) y los mercaderes inundaron al mundo junto a las especies aromáticas.
Durante el Renacimiento con el redescubrimiento de la cultura greco-romana y la invención de la imprenta permitió difundir tratados de perfumería en la región, y sus pobladores conocían las mil maneras de oler un perfume para ofrendar a sus dioses.
Ésto también trajo aparejado en ése periódo descuidar la higiene, y entre las damas era común evitar el baño para usar esponjas perfumadas en axilas y muslos, ésto consiguió afectar a damas de alcurnia como así a la plebe al proliferar la sarna.
Entre los mugrientos tomó fama Enrique IV de Francia que no se lavaba nunca ni disimulaba su olor fétido de los perfumes. En su noche de bodas su esposa casi se desmaya y cartas de sus amantes atestiguaban que los vahidos eran insoportables en el lecho de la cama.
Florencia y Venecia fueron las capitales más perfumadas y nació el arte perfumista evolucionado por la química y la destilación que mejoraron la calidad de las esencias.
En Venezia se usaban técnicas orientales con la llegada de los frasco de vidrio decorados y pulidos, y el perfume adquirió solicitada presencia.
La moda consiguió imponer el uso de guantes perfumados que se fabricaban en Grasse al sur de Francia, así comenzó el olor a lavanda, jazmín, naranjos y rosas.
Durante la Revolución Francesa se estancó el mercado perfumista al estar asociado a la nobleza, pero con la llegada de Napoleón que gustaba de los buenos aromas, retornó a una nobleza diferente y los perfumes antes en manos de artesanos cobraron impulso industrial manifacturero, que convertiría a la perfumería como la más dinámica y lucrativa en el mundo.
Ya no era solo por la fragancia sino que sumaba el frasco, su envoltorio como presentación y la publicidad como parte de objeto de seducción que en el siglo XXI no escapa a las imposiciones del mercado marketinero.
Los catadores de fragancias llamados "narices" eran los encargados de marcar el rumbo de la moda acompañado del marketing para seducir al público y acompañar la moda femenina, ya que siempre el marketing tiene cara de mujer.
Se explica así que en la actualidad la nuevas fragancias como Antonio Banderas y Sofia Loren además de las tradicionales de los modistos Dior, Laroche, Givency, Armani, etc, son aquellos olores
de refinada técnica de elaboración que sumados a sus principios artísticos, son legados por los viejos tiempos de los saumerios.
"Los latidos intensos que se provocan en una mujer perfumada, es olerse antes de ser vista" dijo Marcel Rochas.
"Saber perfumarse es todo un arte, allí donde el calor es más intenso activa la fragancia y se hace más duradera, pero fundamentalmente debe ser colocado en lugares donde la mujer desea ser besada...", aseveró una vez Coco Chanel.
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